Sunday, September 16, 2012

Verosímil


   Estoy aquí solo para decir que soy una mentirosa. Mi vida es una mentira, Lo reconozco, lo es, pero vengo a decirte que tu vida lo es de igual modo. Mientes. Todos mentimos. No hay ningún ser en ninguna parte de la tierra que no haya mentido nunca.
    A tu madre; con que no es catarro, a tu pareja; en que saldrás tarde del trabajo, a tu jefe; en enfermedad, a tu abuela; que ya no fumas, a tu padre; que llegarás a las 2:00 am, a tus hijos; cuando se les cae un diente, a tu perro; cuando “vuelves enseguida”, a tus amigos: en que tienes mucho que hacer, a todos: con que les quieres.
    
No hay nadie, que no sufra una extraña enfermedad crónica, que diga constantemente la verdad de sus sentimientos. No le dices a quien quieres que le quieres, amas a alguien que no te aprecia y tienes sexo sin compromisos con quien te ama, regañas a la sangre de tu sangre y les instan a que no llegarán a nada, y llamas “cari” a quien te pasa la compra en el supermercado.



    Eres así de falso y contradictorio y aún esperas que te comprendan cuando dices “te quiero”. Muy ambiguo para decirlo sin pruebas. Insuficiente cuando es solo palabras. Hay que odiarse por ser así, y a la vez no tiene remedio.
     No quieres que la gente se inmiscuya en tu vida. Acéptalo, es así. Ni siquiera a quien llegas a considerar tu alma gemela le quieres considerar todo. Te lo digo yo, que la tuve y nos mentimos como perros. “Es por no herirle”. Eso también es mentira. Y es que lo peor del asunto, y del ser humano, es que se miente a sí mismo con tal de justificarse.

      Por no herirle es no coger un cuchillo y clavárselo en el pecho. No se lo cuentas por no responsabilizarte TÚ del daño que infliges. Es decir, el cargo de conciencia.
     Aquí estamos: la conciencia. Esa maldita vocecilla interior fruto de la educación, las relaciones, la salud y el rango económico de los primeros años de vida de base, que te dice lo que está bien o mal según tu mismo criterio y que te previene de hacer cosas bien o mal. La conciencia, ese punto que lucha por conciliar “lo que quiero” de lo que “tengo que hacer”. Si tienes los ahorros justos y acabas de gastarte un dineral en un objeto o artículo sin el que has vivido perfectamente antes, mientes a tu compañero de deudas económicas a fin de que tu conciencia no te haga cargo de su agobio en las facturas. Para evitarte el rato de consolarle o devolver tu preciada y nueva adquisición.

    Te mientes a ti mismo, primero para justificarte el gasto. Te dices, primero, que sí lo necesitas, y luego, que recuperarás su gasto. Dos mentiras a ti mismo, una a otra persona. Tres mentiras por una simple acción.   Una muy simple...
    Así son los reflejos. Son mentiras de la realidad. Trucos visuales que la muestran y la ocultan. Pueden suavizarla o pueden encarnecerla, pero no la objetivizan. Son el filtro que deforma. Un reflejo, incluso en el espejo, no es la realidad, pues estos cuentan sus propios trucos para lograr mostrar de forma verosímil lo que se situa en frente, pero es eso, verosímil, no veraz. 




    No veraz.








Cristina

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